"Kirtan, en cuanto se liberó de sus deberes como
oficial, decidió retirarse a su habitación, para asearse e intentar dormir un
rato. Se quitó la polvorienta armadura y se metió en una bañadera de agua
caliente. Necesitaba relajar los músculos y quitarse la suciedad. Se quedó con
el cuerpo flácido y la cabeza tirada hacia atrás, viendo el techo de su
habitación, construido en piedra, sobrio como todo lo demás en Hröngar. Había
logrado relajarse tanto que pronto comenzó a dormitar y luego cayó en un
profundo sueño.
Estaba en una casa de madera, con un enorme
hogar en una esquina, con un fuego fuerte prendido. Del calor se desprendía un
exquisito aroma a guiso de conejo, con muchas verduras, cocido en una gran olla
de hierro fundido. Podía escuchar el lejano ruido de unos niños corriendo,
gritando y jugando, al igual que el de algunos animales. Kirtan admiraba esa
vida que había podido conseguir. Cerró los ojos y sus demás sentidos se
agudizaron.
Pronto pudo sentir que los gritos de alegría de
los niños se convertían en unos de dolor y llanto, por lo que abrió los ojos,
encontrándose con una mujer de espaldas frente a la olla que colgaba sobre el
hogar. La mujer no lo miraba, solo movía los brazos revolviendo el guiso. Los
gritos de dolor de los niños se sentían cada vez más fuertes, pero él no podía
alejar la vista de aquella mujer. Poco a poco fue acercándose, por más que el
no quisiera, había como una fuerza poderosa que lo obligaba. Pudo observar el
contenido del guiso, no era conejo, vio flotar un ojo y una oreja humanos, pero
a pesar de ello no pudo detenerse y siguió avanzando. Extendió su mano contra
su voluntad y tomó el hombro de aquella mujer que no le miraba. A medida que
ella comenzaba a darse vuelta, Kirtan comenzó a sentir más y más calor, el
fuego tomó las paredes y el techo, pero él no podía apartar su mirada de ella.
Cuando por fin se dio vuelta, lo recibió una cara sin rostro. La piel desollada
colgaba rasgada por los costados, y luego todo se sumió en la mirada perdida de
unos ojos oscuros y vacíos. La oscuridad
lo ocupó todo, ya no podía sentir nada. No veía, no olía, no escuchaba. O eso
pensaba. Trató de concentrarse, se dio cuenta de que estaba en un sueño, o una
pesadilla, pero no podía despertarse. Tal vez estuviera muerto y no se había
dado cuenta ¿Era ésta la otra vida de la que hablaban sus sacerdotes, aquella
llena de alegría, comidas y orgías junto con los dioses? Si esto era lo que les
esperaba, esos sacerdotes les habían engañado."
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