"Thoriq, ya agotado, levantó la cabeza y miró el
techo abovedado de la sala. En ella se podía observar la escena del Rey Émeris
(primer rey enano, de la era de las leyendas) incrustando su hacha en el cráneo
de una salamandra que escupía fuego. Esta criatura era similar a un dragón,
pero de menor tamaño y sin alas. En la punta de su cola, una llama emanaba de
forma constante. Émeris, con una preciosa armadura que resplandecía de manera
sobrenatural, incluso cuando el hollín debería de haberla dejado completamente
opaca, realzaba la figura de aquel enano.
Según contaba la leyenda, los enanos habían
adorado al dios roca Acui durante milenios, pero un día, el dios del
fuego Poutourou, celoso de la fidelidad y devoción de los enanos, intentó
destruirlo. Cuenta la historia que corrió durante siete días y siete noches
para tomar velocidad. Dio una vuelta al mundo por cada día y con toda su fuerza
se arrojó hacia el centro de Acui. Pero el resultado no fue el que había
esperado, logró que cayera convirtiéndose en las montañas Enderel, pero Poutourou
quedó atrapado en su interior, quedando en cautiverio. Desde allí, comenzó a
atormentar a los enanos. Fue entonces que Émeris, uno de los adoradores de Acui,
se decidió a acabar con él. No fue el primero en intentarlo, pero los demás
habían caído en el intento. Émeris había creado su propia armadura, utilizando
el propio fuego de Poutourou para templar el metal. Cuando estuvo
preparado partió solo a enfrentarse. La batalla, de acuerdo a la leyenda, duró
tres días, en los cuales ambos combatieron sin descanso. Finalmente, Émeris
logró terminar con Poutourou, y su sangre y fuego se convirtieron en el
magma que corría a través de los ríos interiores de la tierra. Cuando volvió
con la cabeza de la criatura, sus hermanos lo proclamaron rey, y su dinastía
había gobernado (o así lo habían querido hacer creer los distintos reyes) hasta
la muerte de Hindergand."
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